En varias ocasiones me he encontrado con la idea que para trabajar en el lenguaje debemos inmediatamente intervenir en la evocación de fonemas o la utilización de imágenes. Lamentablemente dar ese salto enorme en la construcción del lenguaje no permite ver avances significativos. Por el contrario, puede generar frustración en los niños y la familia.
La conducta verbal es una habilidad que se va construyendo de forma progresiva desde los primeros días de vida de un ser humano (Greer y Ross, 2014). El interés por la voz de los otros y el ver a caras dan paso a una destreza que es fundamental en el desarrollo, y especialmente en el lenguaje: la imitación.
La imitación es la capacidad para replicar de forma exacta e inmediata los movimientos realizados por otra persona (Cooper, Heron y Heward, 2017). Los bebés comienza a imitar los gestos de sus cuidadores, como sacar la lengua o sonreír, entre los cuatro y seis meses (Owens, 2003). Las respuestas sociales que obtiene de los otros, como el cariño y los elogios, hacen que estas imitaciones se repitan en el futuro y se vuelvan cada vez más complejas hasta llegar al a evocación de fonemas.
Cuando la imitación no se desarrolla de forma natural, debe ser enseñada ya que esta se encuentra estrechamente relacionada con la autonomía, el lenguaje. Para aprender a imitar se comienza evaluando si el niño posee ciertas habilidades previas, como el interés por las voces y el contacto visual. Si estas ya son parte de su desarrollo, entonces se enseña la imitación utilizando movimiento motores gruesos con y sin objeto (Greer y Ross, 2014). Para enseñar dicha destreza se debe de tomar en cuenta el modelo que se da, la inmediatez con la que realiza el niño la imitación y la consecuencia que obtiene al finalizar (Cooper et al., 2017).
Además, es importante mencionar que la instrucción al enseñar la destreza evita darle el nombre de la actividad. Por ejemplo, si se está enseñando a aplaudir se le indica “haz esto” y no “aplaude” pues esto permitirá la generalización.
Las primeras imitaciones deben ser movimientos motores gruesos fáciles de replicar como el tocar la cabeza, tocar la panza o aplaudir. Es importante enseñar más de una a la vez y variar el orden de las acciones para evitar la aparición de secuencias (Greer y Ross, 2014). Conforme el niño adquiera las imitaciones determinadas se enseñan otras más complejas que incluyan movimientos de motricidad fina y gestos. De tal manera será más sencillo replicar sonidos que posteriormente se convertirán en palabras.
Jorge, como varios de nuestros niños en Waybi, ha comenzado a decir sus primeras palabras después de habernos enfocado en los cimientos de la conducta verbal. Gracias al interés que ha mostrado por ver al rostro de otros y el imitar cualquier modelo que sus padres o terapeutas realizan, hoy nombra y pide por aproximaciones objetos como “agua”. Alcanzar este hito en el desarrollo ha sido fruto del trabajo en equipo con su familia, quienes practicaban diariamente la imitación y otras habilidades que se trabajan dentro de terapia. La adquisición del lenguaje le brindará a Jorge mayor autonomía y una mejor comunicación con las personas que le rodean.
¡Felicitaciones Jorge!